Himno a Isis

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domingo, 22 de noviembre de 2015

Leopardos, hipopótamos y gatos. ¡Así era el primer "zoo" del mundo!

Entre los viajeros y los historiadores, Egipto tiene una fama inmensa: alberga el Nilo y la arquitectura de varias civilizaciones antiguas, los jeroglíficos, las tumbas de los faraones y sus tesoros. Los turistas tienen la ocasión de visitarlo todo, de las pirámides de Guiza a las luces cegadoras de El Cairo o el oasis de Siwa. Pero cuando se busca otra mirada menos convencional del pasado egipcio aparece también Hieracómpolis, una de las capitales del Alto Egipto en tiempos predinásticos, cuna de la famosa Paleta de Narmer, uno de los primeros documentos políticos de la historia y es sede del primer zoo del mundo. No tiene recintos llenos de monos y felinos, sino sólo los restos de animales de hace 5.000 años.


Situada junto al Nilo y al sur de Luxor, los egipcios la llamaban Nejen, el nombre griego “Hieracómpolis” significa “Ciudad del Halcón”, en referencia al dios de cabeza de halcón Horus. Entra en la historia en torno al año 4000 a.C. y prospera durante medio milenio, convirtiéndose en una de las poblaciones más grandes y animadas del Egipto predinástico antes de la época en que el país quedó unificado bajo la monarquía faraónica. Ocultos bajo el paisaje arenoso que hoy en día ocupa todo yacen miles de vestigios de la sociedad de la época, entre los que están:
-Tinajas enormes de cerámica en las que se elaboraba cerveza (se calculaba que se producían más de 1.000 litros diarios).
-Un centro religioso situado delante de un santuario ornamental.
-Cementerios diferenciados por clase social.
-Órganos embalsamados o bien cuerpos vendados que hacen pensar en los albores de la momificación.
Animales exóticos tales como babuinos fueron enterrados cerca de sus propietarios de alto estatus en el antiguo cementerio egipcio de Hieracómpolis.

Los arqueólogos también han descubierto tumbas llenas de una cerámica exquisitas y máscaras funerarias de la misma calidad, si bien su sorpresa y su entusiasmo fueron aun mayores cuando encontraron por primera vez huesos de animales, y no precisamente de los que quedan después de la cena…
Junto a la crema y nata de la sociedad del lugar se encontraron los huesos de un mandril, un elefante cubierto de productos de belleza (además de una cuenta de amatista y un brazalete de marfil), gran número de gatos y perros, un leopardo, dos cocodrilos, uros (especie bóvida hoy extinta), hipopótamos, gacelas y otros animales. La variedad y abundancia de especies es lo que distingue en este ámbito a Hieracómpolis de todos los demás yacimientos egipcios. Se diría que los animales desempeñaban papeles muy distintos en la Ciudad del Halcón: desde simples mascotas hasta verdaderos lujos, pasando por ofrendas que se cazaban por su poder espiritual para ser sacrificados a los dioses.
A diferencia de lo que vemos en los zoos de hoy en día, los animales que tenía en cautividad la alta sociedad egipcia no es probable que disfrutaran de espacios separados en los que hacer su vida, porque, por ejemplo, los restos de un mandril muestran una mano rota y huesos de los pies sanados sólo en parte, por lo que hay que pensar que tuvieron lugar mientras el animal convivía con sus dueños y quizás se deban a castigos por portarse mal. También se han descubierto los huesos de una cría de hipopótamo con una pata rota y los de un antílope y vacas salvajes con lesiones que probablemente se deben a que estuvieran atados. Ahora bien, con independencia de la suerte que sufrieran en vida, a estos animales se les daba tanto valor que acompañaron a sus dueños al más allá, y algunos nos han llegado envueltos cuidadosamente en tejidos, igual que los seres humanos a los que siguieron hasta la tumba.
En otras zonas del yacimiento se han encontrado muchos más huesos que tampoco responden a las marcas que habitualmente revelan su consumo como alimento. Los de hipopótamo y cocodrilo son muy abundantes, lo que hace pensar en su sacrificio religioso. Ambos animales representaban el poder y el caos del medio fluvial del que Hieracómpolis dependía para sobrevivir pero que, al mismo tiempo, amenazaba a la ciudad en el momento de la inundación anual.
Actuando tanto solos como con perros, los cazadores llevaron a la población hienas rayadas, zorros del desierto, tortugas de caparazón blando, gacelas, alcéfalos, ibis y arruís.

Los trabajadores excavan el esqueleto de un elefante.

Está claro que algunos eran para comer, pero parece que la mayoría eran para sacrificios, con lo que se simbolizaba la toma de control del ser humano sobre el caos natural.
Tal como ha escrito un grupo de investigadores, Hieracómpolis es especial por la cantidad enorme de animales poco frecuentes de gran tamaño y peligrosidad cuya caza parece que suponía un esfuerzo descomunal, y todo ello no puede de ninguna manera explicarse aludiendo a que se tratara de un simple matadero o un lugar de banquetes para las élites.
Aunque nuestra relación con los animales salvajes haya cambiado, es tentador interpretar desde nuestro mundo la fascinación que sentían los antiguos egipcios por los animales y llegar a la conclusión de que había mucha más crueldad que cariño y de que se trataba de un deseo por poseer que no tiene nada que ver con la obsesión por las mascotas bellas y dóciles de hoy.
La realidad es que los animales tenían un lugar mucho más relevante en su sociedad y que de los casi 800 jeroglíficos clásicos unos 200 son animales, al igual que cada dios se reflejaba en uno de ellos. Para los antiguos egipcios, los animales no eran seres inferiores que requirieran protección o humanización, sino que ostentaban gran poder y tenían una influencia evidente en la marcha del mundo. El sacrificio de un animal no se veía como una transgresión sino como que posibilitaba que el animal se erigiera en intermediario entre los dioses y los seres humanos.
Con independencia de si se encerraban en casas de fieras, se sacrificaban para dominar a la naturaleza o se enterraban con sus dueños, los animales eran un elemento esencial de la vida en Hieracómpolis, y si nos limitamos a pensar que los antiguos humanizaban en sus dioses a las especies animales estaremos pasando por alto el contexto más complejo de la relación que tenían con ellos.
Bajo la dirección del Dr. Renee Friedman un equipo multinacional está ayudando a excavar, conservar, analizar e investigar el lugar del desierto de Hieracómpolis.
 
Un león jeroglífico

http://daily.jstor.org

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