Para un arqueólogo acostumbrado a escarbar en los milenios y retirar cuidadosamente la tierra que pisaron los antepasados, cincuenta años no es nada. Apenas un golpe de escoba. Sin embargo, debemos celebrar bien este primer medio siglo de excavaciones españolas en Egipto. El 20 de febrero de 1966 comenzó la misión arqueológica española en Egipto, una concesión enorme para excavar la antigua capital Heracleópolis. Un lugar habitado desde tiempos remotos, según han documentado ya los arqueólogos: el 2000 antes de Cristo, la necrópolis del I Periodo Intermedio. Testigo de las crecidas del Nilo y de la vida desde entonces.
El terreno no está quieto nunca, ni en el pasado ni en el presente, y el estallido de la Guerra de los Seis Días solo un año después, en 1967, puso a prueba la continuidad de la misión. Hasta el año 1979 hubo solo 6 campañas, dirigidas por Martín Almagro. A punto estuvo España de perder la concesión por incomparecencia anual.
Equipo de 1968 |
Pero en 1979 se produjo un cambio que a la larga sería determinante. Con el equipo español llegó una joven arqueóloga, Carmen Pérez Die (Madrid, 1953), que tomó el relevo de Almagro en 1984 y desde entonces dirige la misión. España ya no ha fallado más en su cita anual con Heracleópolis, con excepción de 2011 por causa de la inestabilidad que siguió a la revolución de la plaza de Tahrir.
El proyecto siempre ha estado asociado al Museo Arqueológico Nacional.
Carmen Pérez Die comenta cómo se sintió en aquel primer viaje de 1979: «Era la única chica en la excavación. Aquellos tiempos eran los tiempos heroicos. Imagínate lo que pensé cuando llegué allí por primera vez: ¿qué hago yo aquí, Dios mío? Una chica con cuatro hombres, viviendo en una casa sin agua corriente, muy muy humilde. Recuerdo que mi armario era una cuerda y que tenía un camastro. Almagro me dijo: “Carmen, si aguanta usted será egiptóloga, todavía tiene que pasar muchas miserias”. Fue un golpe, pensaba que lo iba a dejar allí mismo. Sin embargo, luego fuimos al yacimiento y al encontrarme por primera vez en el sitio de la excavación en el que íbamos a trabajar todo cambió. Vi la parcela de la que me iba a encargar, llegaron los obreros y sentí una inmensa, inmensa emoción. Si me hubieran pinchado no me habría salido sangre».
Empezó su pasión, que hoy persiste, aunque con más comodidades, puesto que residen en un sencillo hotel durante la campaña de excavación. Eso sí, desde entonces conoce ya tres generaciones de habitantes de Ehnsaya el Medina, el pueblo junto al yacimiento, donde se siente muy hospitalariamente acogida. Por supuesto, hay en el equipo preocupación por el futuro político de Egipto, pero hay muchas más ganas de trabajar.
Heracleópolis Magna
Hay trabajo para muchas vidas. Aparte de la necrópolis citada del 2000 a. C., hay otra del III Periodo Intermedio, siglos IX al VII a. C., y un templo dedicado a Heryshef, un dios local cuyo nombre significa «el que está sobre su lago». Este entorno ha estado habitado desde el Reino Medio a la época romana. Así que ya no hablamos de una excavación, sino de un «Proyecto: Heracleópolis Magna» que suma muchas novedades. Especialistas, como un arquitecto experto en templos ramésidas que estudia los elementos originales y añadidos, un arqueo-astrónomo para definir la orientación de los muros hacia los astros, o incluso bomberos para estudiar las huellas que el fuego dejó en algunos elementos.
Dos mil años de terremotos, incendios, comercio, huellas de la vida y necrópolis interminables, guerras y templos, agricultura y ofrendas. Todo lo abarca el proyecto. «Hemos encontrado cerámica fenicia del siglo VIII a. C., idéntica a la hallada en España, lo cual indica un alto grado de comercio. Y también tumbas de los reyes de la tribu libia de los mashaués que controlaron el país desde esta ciudad en el siglo X a.C. A veces hay fuentes literarias o inscripciones que se confirman con hallazgos. Otras encontramos reyes cuyo nombre nadie había oído antes», señala Pérez Die. El origen de la dinastía libia está allí, esperando nuevas campañas y más trabajos.
El mayor orgullo de la arqueóloga es lo bien preparada que está la cantera, los jóvenes arqueólogos que se incorporan y en los que imagina ya el relevo.
Hoy la misión recibe una pequeña ayuda del Ministerio de Cultura y se financia gracias a las aportaciones privadas de empresas como Empty o las de la Fundación Gaselec de Melilla.
Hasta 1980 Egipto permitió compartir los hallazgos. Fruto de aquellos años hay piezas importantes en la colección del Museo Arqueológico de Madrid, como estos maravillosos vasos canopos. |
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