Dentro de la Universidad de Harvard, una iniciativa interdisciplinar ha creado una reproducción a tamaño natural de un trono de la reina Hetep-Heres, del antiguo Egipto, que vivió en torno al año 2550 a.C.. Los materiales de la silla son los del original: madera de cedro, azulejos de fayenza en azul brillante, pan de oro, yeso mate, cordajes y cobre. Este experimento de visualización arqueológica supone un triunfo en la reconstrucción de las piezas, ya que se ha tenido que basar únicamente en miles de fragmentos minúsculos y desordenados del original y en la documentación de la expedición que la encontró hace noventa años.
Esta reproducción es la atracción principal de una exposición del mismo nombre que se ha inaugurado este jueves en el denominado Museo Semítico de Harvard y que se convierte así en exhibición permanente. La exposición de enmarca en los esfuerzos recientes de este museo por renovarse y recuperar impulso mediante la combinación de piezas arqueológicas con las tecnologías modernas, al objeto de apoyar la investigación, la docencia y la conservación de las múltiples culturas que poblaron Oriente Próximo en la antigüedad.
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Rus Gant, artista técnico principal del Proyecto Giza, agregando detalles en el acabado de la silla de la reina Hetep-heres en el Museo Semítico de Harvard
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En 1925, una expedición conjunta de la Universidad de Harvard y el Museo de Bellas Artes de Boston descubrió, a casi treinta metros de profundidad debajo de la meseta de Guiza, una cámara pequeña y sin terminar. En ella se hallaba un conjunto de objetos deteriorados pertenecientes a la reina Hetep-Heres, madre del faraón Jufu o Keops, constructor de la Gran Pirámide de Guiza, los cuales incluían su ajuar funerario y su sarcófago.
En su momento, como es bien conocido, la decepción de los excavadores fue grande: después de varias semanas desescombrando el pozo funerario, sabían que les esperaba algo grande: nada menos que la tumba intacta de un miembro de la familia real egipcia de hace 4.500 años. Y resulta que cuando llegaron al final del túnel, salvo por el sarcófago de alabastro, que para colmo estaba vacío, lo único que se encontraron fue un montón de material en descomposición: la madera se había deshecho, comida por los insectos y la humedad, el oro se había echado a perder, los jeroglíficos se habían perdido, el mobiliario se había venido abajo y la cerámica estaba hecha pedazos.
Bajo la dirección del célebre arqueólogo George Reisner, los excavadores del momento pasaron dos años, trabajando boca abajo tumbados en colchones, recogiendo con pinzas trozo por trozo de todos los objetos de la tumba, sacando unas 2.000 fotos de la cripta y redactando miles de páginas de anotaciones detalladas que reflejaban las medidas, el material y la situación de cada fragmento.
Ya en los años treinta, los conservadores restauraron y reconstruyeron parte del mobiliario, pero hasta el día de hoy el palanquín, con toda su complejidad estructural, seguía existiendo sólo en papel.
Aunque la mayoría de los muebles egipcios que conocemos son del Reino Nuevo (de unos mil años después que esta silla de mano), la verdad es que sí ha llegado hasta nuestros días mobiliario de su época, e incluso anterior, en un estado de conservación respetable, pero nada se acerca al nivel de ornamentación de esta maravilla. Consta con más de 2.300 piezas, entre las que están taraceas de halcones, mástiles de banderolas, escarabajos y flechas.
El equipo del denominado Proyecto Guiza creó un modelo digital en tres dimensiones de la tumba y de sus contenidos, usando a continuación una fresadora de cinco ejes, dirigida por ordenador, además de mucho trabajo manual, para construir la silla de manos. El objetivo del objeto de exposición así creado, que también es una herramienta de investigación y docencia, era reconstruir la imagen real de la silla y documentar el trabajo que los egipcios realizaban al fabricar tales obras maestras ya en la Era de las Pirámides.
La gran diferencia es que los antiguos egipcios no tenían los medios actuales con los que se ha tallado hasta el último detalle sin perder la visión general del avance del trabajo. Según los autores de la reconstrucción, en teoría las piezas de los antiguos egipcios debían encajar como un guante, pero en la práctica está claro que aquellos artesanos tuvieron que lijar muchas de ellas para que todo quedara unido a la perfección. Estiman que debieron de invertir unas mil horas de trabajo en la realización del original. Entretanto, tratando de emular en todo lo posible las técnicas del Reino Antiguo, los artesanos de la reconstrucción actual destacan la dificultad especial que les supuso la fabricación de la fayenza; al final, en vez de cortar pieza por pieza, la experiencia los llevó a valerse de un molde.
También señalan las reflexiones que les ha inspirado todo este trabajo. Han reparado en que el simbolismo del palanquín es muy peculiar y plantea preguntas sin respuesta sobre la pieza y sobre la usuaria. Por ejemplo, los halcones de los brazos del trono se vinculan habitualmente con el propio rey y con el dios Horus, y lo mismo sucede con el friso de barbas ceremoniales del respaldo y con los emblemas de la diosa Neit. Además, todos estos elementos no eran frecuentes en el mobiliario. ¿La silla se elaboró para su uso en vida o para el enterramiento de la reina? ¿Quizás fue usada en vida por su marido, el rey?
Hablando del Proyecto de Guiza más en general, éste se financia con donaciones de la Universidad de Harvard y de diversos particulares, así como con contribuciones materiales de herramientas y servicios por parte de diversos museos y empresas de EEUU, Egipto y Francia. Tiene, por tanto, carácter internacional, y recopila información relativa a toda la actividad arqueológica que se realiza en el yacimiento arqueológico más famoso del mundo, la meseta de Guiza, que acoge a las pirámides y a los cementerios y poblaciones que las han rodeado desde el tercer milenio a.C. hasta la actualidad.
Gracias al uso de técnicas de arqueología digital, el Proyecto aúna documentación de todo tipo para crear herramientas de investigación muy eficientes, tanto tradicionales como en Internet, así como tecnologías de aplicación docente. Así pues, ofrece al público de todo el mundo información académica sobre Guiza procedente de las ramas más variadas del saber y tiene la vocación de convertirse en un modelo para la gestión de la información de naturaleza académica.
Por su parte, el Museo Semítico de Harvard, fundado en 1889, alberga más de 40.000 objetos llegados de Oriente Próximo, procedentes en su mayoría de excavaciones sufragadas por el propio museo en Egipto, Irak, Israel, Jordania, Siria y Túnez. El museo ocupa tres plantas y sus fondos se aplican en la investigación y la enseñanza en los campos de la arqueología, la historia y la cultura en sentido amplio en la Universidad de Harvard.
semiticmuseum.fas.harvard.edu/recreating-throne-of-egyptian-queen-hetepheres