Himno a Isis

Himno a Isis

domingo, 17 de abril de 2016

“El oro de los faraones” de 1988 ya es parte de la propia historia de Edimburgo

En 1988, mientras la ciudad vecina de Glasgow se preparaba para una exposición de jardines que tuvo gran eco en el Reino Unido, Edimburgo pudo disfrutar del brillo cegador del oro de los faraones egipcios.
Ya desde el momento de su presentación, la exposición “El oro de los faraones” era de lejos la mayor y más ambiciosa de la historia de la capital escocesa, y atrajo a cientos de miles de visitantes en un plazo de tiempo muy limitado, puesto que sólo abrió sus puertas entre el 8 de febrero y el 30 de abril de 1988.


Psusennes I


Llevada a buen puerto con el apoyo del gobierno municipal, la exposición se centraba en los tesoros de la ciudad de Tanis, una multitud de objetos de las familias reales egipcias que se remontan al periodo comprendido entre 1069 a.C. y 715 a.C. y que habían sido descubiertos en 1939 por el arqueólogo francés Pierre Montet. El hallazgo incluye la fabulosa máscara funeraria de oro del rey Psusennes I, que fue la pieza estelar de esta exposición de 1988, y se considera uno de los más destacados de todo el siglo XX.


“El oro de los faraones” asombró a Edimburgo, capital de Escocia, en 1988.

Otras maravillas de la muestra, todas ellas de un valor crematístico imposible de calcular, eran una serie muy amplia de sarcófagos, amuletos con incrustaciones preciosas y más máscaras funerarias, además de otras antigüedades mimadas hasta un nivel de detalle inaudito por los artesanos del antiguo Egipto. Las piezas fueron prestadas por el Museo de El Cairo, el Louvre parisino y el Museo Británico de Londres. De los seguros se hizo cargo el gobierno británico, y le supusieron un desembolso de más de 30 millones de euros al cambio, mientras que el centro de arte que albergó la muestra fue objeto de una modernización general en materia de seguridad para no dar ninguna oportunidad a los “ladrones de tumbas” del momento.


Un vigilante junto a un sarcófago de basalto negro.

Una parte muy importante de los escolares de Edimburgo desfiló por la muestra. Las colas de visitantes se extendían varias calles alrededor durante la mayoría de los días de exposición; tanto es así que se contrató a bastante personal sólo para ordenar las colas y mantener la calma entre los visitantes.
Por supuesto, Edimburgo se vio invadido por la egiptomanía mientras duró la muestra, que dio pie a la organización de actividades de tema egipcio en varias bibliotecas de la zona y a la venta por toda la ciudad de recuerdos que iban desde las copias de las joyas expuestas hasta marcapáginas con forma de papiro. La empresa regional de transportes incluso pintó de color dorado uno de sus autobuses para promocionar esta gran ocasión, que recuerda aún hoy sin duda toda una generación de habitantes de la capital escocesa.


Comisario de la exposición admira una de las piezas en enero de 1988.


Lo cierto es que “El oro de los faraones” resultó un éxito arrollador, ya que pasaron delante de sus vitrinas casi el doble de las 250.000 personas que tres años antes habían visitado en el mismo lugar la muestra organizada sobre el Ejército de Terracota del primer emperador chino.
Una de las entonces empleadas de la concejalía de cultura recuerda su participación en la difusión y venta de todo lo relacionado con la exposición, constatando que fue una auténtica “fiebre del oro”, con los teléfonos de sus despachos sin parar de sonar en todo el día porque todo el mundo quería reservar entradas por anticipado para evitarse unas colas interminables. Edimburgo recibió turistas procedentes de colegios y asociaciones de todo el país, ya que los medios de comunicación británicos e incluso internacionales dieron a la muestra una cobertura enorme. Aprovecha también para recordar a todo el equipo técnico que, con su empuje y entusiasmo, protagonizó e hizo posible esa exposición, al igual que otras muchas parecidas, que convirtieron a Edimburgo desde entonces en un lugar destacado para este tipo de acontecimientos.




Con todo, “El oro de los faraones” fue única y se coronó como la exposición más multitudinaria que se haya realizado nunca fuera de Londres en el Reino Unido.



Músico callejero que toca el banyo ante una cola de visitantes que en febrero de 1988 esperaba su turno para ver la exposición.




La empresa regional de transportes pintó de color dorado en enero de 1988 uno de su autobuses como homenaje a la exposición de antigüedades egipcias celebrada en el centro Edimburgo bajo el título “El oro de los faraones”.



www.edinburghnews.scotsman.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario