A la arqueóloga Sarah Parcak, de 36 años, en ocasiones la llaman la Indiana Jones moderna. Eso sí, en lugar de látigo, el arma con la que protege del saqueo el patrimonio cultural mundial son los satélites.
Ahora, el carácter innovador de su trabajo la ha hecho merecedora del premio de un millón de dólares otorgado por una fundación para que pueda llevar a cabo el proyecto de investigación que elija.
Según la nota de prensa del premio, ha ayudado a localizar 17 restos arqueológicos que podrían ser pirámides del antiguo Egipto y ha identificado 3.100 asentamientos y 1.000 tumbas cuya ubicación se había perdido, además de otros descubrimientos de relieve en todo lo que fue territorio del imperio romano.
Para la arqueóloga, el galardón es una etapa más de una carrera que le ha dado notoriedad internacional. Se dedica a analizar imágenes infrarrojas recogidas desde el espacio por satélites y a identificar señales poco reconocibles que apuntan a la existencia de construcciones creadas por el ser humano que no resultan visibles a simple vista.
El saqueo y la destrucción en Irak y en Siria por parte del grupo terrorista denominado Estado Islámico ha concitado todas las miradas, pero Egipto no se queda a la zaga. Nada más la semana pasada, las autoridades se incautaron de 1.124 objetos en el puerto de Damieta, que iban a salir hacia Tailandia.
En su portátil lleva un sinnúmero de imágenes de satélite en las que miles de manchas negras demuestran la existencia de excavaciones ilegales en todo Egipto, en las que auténticos ejércitos de saqueadores buscan piezas que luego aparecen en catálogos de casas de subasta y en eBay. Se estima que este mercado negro mueve miles de millones de euros. No obstante, tan dañina como el saqueo es la proliferación de construcciones ilegales, especialmente de cementerios, que se llevan por delante los yacimientos no protegidos.
Uno de los lugares que más le preocupa es Lisht, una de las capitales del Reino Medio, donde las actividades ilegales detectadas por satélite y la superficie afectada se han incrementado en gran medida, y donde pudo visitar recientemente cincuenta tumbas completamente saqueadas. El modus operandi de los saqueadores recuerda a un supermercado: una vez que abren sus túneles, se van aprovisionando de antigüedades para la venta según sus necesidades, sin que, lógicamente, en las imágenes se pueda constatar más que la existencia de la excavación.
Es en este contexto en el que llega el premio. Cartografiando Egipto con estas imágenes y comparando fotografías de distintas fechas, la arqueóloga ha podido determinar que el pillaje se ha multiplicado por diez desde 2009 en los grandes yacimientos del país.
Asimismo se apunta que cada vez hay más relación entre el saqueo arqueológico y otros delitos, como el tráfico de drogas y la financiación del terrorismo.
También ha recibido el reconocimiento del Ministerio de Antigüedades de Egipto, que ha afirmado que las actividades de la arqueóloga permiten llevar un registro gráfico de las zonas que sufren saqueo, para que pueda ser perseguido, existiendo muchos ejemplos de piezas arqueológicas que se han podido salvar y catalogar en parajes adyacentes a los yacimientos atacados, de manera que se sabe qué tipo de piezas se roban y el Ministerio puede recogerlo en una base de datos.
El Ministerio, sobrepasado por la epidemia de saqueo, no podía soñar con un instrumento más potente para ayudarlo en sus pesquisas. Una de las soluciones sería que los arqueólogos pudieran usar drones para documentar sistemáticamente la evolución de los pillajes, pero parece que las autoridades egipcias no están por la labor.
Al mismo tiempo, la arqueóloga colabora con el gobierno egipcio en una iniciativa para lograr que los dirigentes locales perciban las ruinas como fuentes de ingresos y contribuyan a su conservación, siguiendo un modelo que se implantó con éxito en el Perú.
En las propias palabras de la arqueóloga, sus colegas de profesión llevan usando fotografías aéreas para cartografiar yacimientos arqueológicos desde los años veinte del siglo pasado, mientras que el uso de fotografía infrarroja comenzó en los años sesenta, y el de imágenes obtenidas por satélite en los años setenta.
Hoy en día, la arqueología espacial resulta bastante común: las excavaciones e inspecciones tradicionales son esenciales para confirmar todo sobre el terreno, pero con el análisis previo de las imágenes se ahorra tiempo y dinero y el profesional puede centrarse en zonas concretas dentro de cada yacimiento.
La tecnología en su conjunto trae toda una revolución a la arqueología: desde los láseres especiales con que los aviones de las empresas dedicadas a estas actividades logran descubrir incluso ciudades enterradas, hasta las fosas colosales de una antigüedad incalculable que se acaban de encontrar en las estepas kazajas, pasando por la digitalización que se ha realizado en Polonia de las 63.000 obras de arte robadas por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y el uso de Twitter para dar la voz de alarma por los saqueos.
Ahora bien, la tecnología es un arma de doble filo. La delincuencia organizada también se equipa con lo más moderno, usan Google Earth y se pertrechan de detectores de metales y equipos geofísicos. La propia arqueóloga cuenta que ciertos individuos se han hecho pasar por empresas legales para ponerse en contacto con ella y pedirle que confirmara la ubicación de determinados yacimientos.
Por ese mismo motivo, la arqueóloga prefiere no destacar ninguno de sus hallazgos, pero opina que el análisis de las imágenes ha demostrado que seguimos sin conocer más que una pequeña parte de los restos arqueológicos que Egipto esconde. Más en general, existe una estadística según la cual sólo están estudiados un 1% de los yacimientos arqueológicos de todo el mundo. Añade que es increíble pensar en todo lo nuevo que podremos saber de aquí a 25 años gracias a los datos que se podrán acumular sobre las causas del auge y la caída del Egipto faraónico o sobre los detalles de la variación en las crecidas del Nilo.
Los arqueólogos usan imágenes de satélite como estás dos para seguir el rastro del saqueo de los yacimientos. En la primera de las dos se ve el norte de Lisht, una zona al sur de El Cairo en la que abundan las tumbas subterráneas de los egipcios acaudalados del Reino Medio (2030-1640 a.C.). En ella, en 2010, se observa un terreno prácticamente virgen.
Unos tres años después, en la misma zona se distinguen muchas excavaciones, que en la imagen son puntos oscuros.
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